Tras
la época navideña que acabamos de atravesar, a muchos nos toca incorporarnos
de nuevo a nuestro puesto laboral, y después de los días de fiesta y ambiente
distendido, se nos hace más complicado este retorno al trabajo.
Por
ello, vemos oportuno el momento de hablar del conocido estrés laboral y su prevención. Para analizar este fenómeno, es necesario saber
qué lo produce y qué mecanismos internos y externos tenemos, aunque no seamos
conscientes, para combatirlo positivamente.
En
primer lugar, es importante tener una noción de qué es el estrés laboral.
Conceptualmente, es una reacción del
organismo ante demandas del ambiente si éstas exceden los recursos que el
propio ambiente aporta o que el individuo es capaz de generar.
Aquellos
factores que dan lugar a producir el estrés laboral, reciben el nombre de estresores laborales. Los principales
estresores son:
Estresores del ambiente físico: iluminación, ruido y vibraciones, higiene, temperaturas extremas, toxicidad, condiciones climáticas extremas y poca disponibilidad de espacio físico.
Estresores de contenido de la tarea:
o Carga mental del trabajo: cantidad de energía
y capacidad mental que el trabajador pone en juego para desempeñar su tarea.
o Control sobre la tarea: ocurre cuando no se
controla la tarea por el profesional, es decir, cuando las actividades a
realizar no se adecuan a sus conocimientos.
o Variedad de las tareas: monótonas y
rutinarias.
o
Infrautilización de habilidades: las
actividades de la tarea están por debajo de la capacidad profesional del
trabajador.
o Falta de participación: la empresa no permite
o coarta la libertad del profesional para tomar decisiones.
Estresores de Rol: tienen lugar cuando se le plantean al trabajador exigencias contradictorias, cuando existe una cierta ambigüedad en las mismas, en las normas, en los objetivos (entre otros), cuando no existen recursos suficientes para poder desempeñar dichas exigencias y cuando se le exige por encima de sus posibilidades. Esto hace que el trabajador sienta una gran presión.
Estresores del desarrollo de la carrera: se manifiestan cuando existe una cierta incertidumbre dentro del puesto laboral (contratos temporales, despidos…). También dentro de estos estresores, se encuentra la promoción en el trabajo, es decir, cuando el trabajador no se considera valorado en su puesto laboral y no aprecia posibilidad de ascender jerárquicamente.
Estresores grupales y organizativos: se desarrollan cuando existe falta de cohesión en el grupo, originando un clima negativo y un aumento de conflictos. Por ello es muy importante la calidad de las relaciones personales tanto con los propios compañeros de trabajo, como con el equipo directivo.
Estresores extraorganizacionales: no sólo el estrés es generado dentro del mismo puesto laboral, las personas por regla general, solemos desplazar nuestras preocupaciones externas al trabajo. Estas preocupaciones pueden abarcar el estrés generado por conflictos familiares, problemas para compatibilizar el trabajo con la sobrecarga doméstica, entre otros, que evidentemente repercuten negativamente en el trabajo del profesional.
Como
consecuencia de todos estos estresores a los que nos vemos sometidos en nuestro
entorno laboral, pueden aparecer ciertos síndromes. Hablaremos de uno de los
más frecuentes conocido como: “El
síndrome del Burnout” (Síndrome del quemado).
Este
síndrome se genera como consecuencia de una prolongada exposición a estresores
emocionales e interpersonales asociados al puesto de trabajo. El trabajador,
desarrolla actitudes negativas hacia las personas con las que trabaja y hacia
su propio rol profesional.
Este
síndrome se detecta a través de:
Agotamiento emocional: cansancio debido a exceso de carga de trabajo emocional.
Agotamiento emocional: cansancio debido a exceso de carga de trabajo emocional.
Despersonalización: el trabajador/a evita relacionarse con sus compañeros/as de trabajo.
Falta de realización personal en el trabajo: el trabajador/a experimenta un sentimiento de ineficacia e incapacidad para realizar su trabajo correctamente u obtener algún impacto positivo de su puesto laboral.
Las
consecuencias que este síndrome tiene en el trabajador son:
Físicas: fatiga, insomnio, migrañas, problemas gastrointestinales.
Emocionales: disminución de la autoestima, depresión, irritabilidad, indefensión o ansiedad.
Relaciones interpersonales: deterioro social y familiar, reducción en la frecuencia en contextos organizacionales, empobrecimiento de la calidad (inquietud, impaciencia).
Actitudinales: actitudes negativas hacia sí mismo/a, hacia clientes, hacia su propio trabajo, hacia la organización…
Conductuales: abandono, rotación, absentismo, disminución del rendimiento, consumo de drogas…
Tras
conocer todas las “amenazas” que nos pueden acechar para la aparición del estrés
en nuestro puesto laboral, es hora de conocer qué mecanismos internos y
externos tenemos para combatirlos. A través del siguiente cuadro/resumen
podemos apreciar dichos mecanismos:
Aun así, si después de todo
esto, su estrés laboral no remite, le aportamos una técnica infalible a
continuación:
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